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Curiosidades prólogo El secreto del bosque de los desamparados

Imagen de hoguera de la llamada

Me parece lo justo comenzar las curiosidades con una imagen de la hoguera de la llamada. No hablaré de ella ahora, eso lo haré más adelante. Con respecto a las palabras, no comenzaré diciendo que las primeras letras de este prólogo fue mi inicio en la literatura, pues sería mentira.

Mis primeras frases pertenecen al capítulo I. El prólogo lo hice después. De hecho, lo hice cuando prácticamente había terminado el primer borrador. Me explico: si no recuerdo mal, escribí todos los capítulos que conocemos a día de hoy menos el epílogo. En ese momento me di cuenta de que algo no cuadraba y no me sentía satisfecho conmigo, con lo que había escrito. De hecho, ni siquiera le pasé los últimos capítulos a mis lectores 0. Cuando tú mismo no estás satisfecho con tu trabajo, difícilmente otra gente lo estará.

Llegados a este punto decidí recoger todas las migas de pan que fui dejando durante la narrativa del primer borrador. Un primer borrador que tan solo tenía poco más de 30.000 palabras. Una vez recogido todo lo fantasioso de la novela, creí que valdría la pena explicar bien al lector el origen de esta. Así nació Canake.

Hasta ese momento, el único nombre que tenía Canake, era Inferno. Pero Inferno tenía que ser alguien real, alguien con quien los lectores pudieran sentirse identificados (al menos un poco).

Con todo esto en orden comenzaré, desde el principio, por el prólogo.

Pasé varias horas documentándome sobre la selva amazónica, pues siempre imaginé a la selva Yurí bastante parecida. Anotado todo lo necesario en un papel para poder consultarlo cuando fuese necesario me puse manos a la obra. 

Partí de la obviedad de que casi todos los personajes deben de tener un motivo por el que hacer las cosas. Si los vemos como personas reales, como a nosotros, deben de tener un estímulo para hacer lo que hacen, ya que, en el caso de mis escrituras, generalmente arriesgan la vida. Estaréis conmigo en que nadie arriesgaría su vida por nada. Necesitaba un estímulo poderoso. Creo sin temor a equivocarme que el estímulo más poderoso que puede tener un personaje es el amor. Tal vez, yo he abusado de ese estímulo al utilizarlo también en el caso de Connor, pero en el caso de Canake no fue un amor hacia una sola persona. Fue el amor hacia su tribu, hacia su tierra. Es cierto que tenemos el empujón que le da su hijo cuando está a punto de morir, pero creo que aunque Awki no se hubiese encontrado al borde de la muerte por el ataque de las bestias, Canake hubiese acabado completando el ritual tarde o temprano de todos modos. Es algo que nunca sabremos. Canake solo pertenece a mi cabeza y, la verdad es que, estoy a pleno rendimiento con la tercera novela y no me voy a poner a pensar en lo que podría haber hecho Canake. Centrémonos en lo que sabemos que hizo.

Todos los lectores sabemos lo que pasó. Canake fue la hoguera de la llamada, la encendió para avisar a los otros dos líderes y se reunieron allí. La hoguera de la llamada, como bien dice en la novela, se utilizaba solo en limitadas ocasiones para asuntos de vital importancia que involucraran a todas las tribus.

No me gustaría extenderme mucho más. Solo quiero decir que si tuviese que repetirlo ahora, probablemente, lo haría un poco más corto. Decir, también, que en un inicio, todos los líderes estaban dispuestos a sacrificarse por el bien común. Luego lo cambié, pues parecía que entregaban su vida sin darle demasiada importancia y, al final, la vida es lo más preciado que tenemos.

Para finalizar, quiero haceros una pregunta. ¿Qué hubieseis hecho vosotros en el lugar de los líderes? ¿Os habríais sacrificado por los vuestros? ¿Habríais aceptado como Canake sin saber que destino os aguardaba?

Os lo en los comentarios. 

¡Muchas gracias por vuestro apoyo!

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